Es la hora. Sales de casa, has quedado con él, estás preciosa. Te has puesto el vestido que a él tanto le gusta, aunque a ti no te termina de convencer.
Has tenido un día estupendo y tienes muchas ganas de contárselo, de salir a pasear y ver el mundo con otros ojos. Pero te recoge, en vaqueros, sin mirarte. Y te da un leve beso en los labios. Le dices de ir a dar una vuelta.
- No, estoy cansado. Mejor vamos a casa.
Aún así estás contenta, porque estás con el, y os podéis tumbar en la cama, y poneros al día de vuestras cosas. Pero llega, se sienta, y coge su consola, o un libro, o se pone a ver la tele. Tú, aún así, insistes. Le empiezas a contar lo bien que te ha ido el día, todo lo que has conseguido hoy. Y él, indiferente, a lo suyo. Te callas ni si quiera se da cuenta de que ya no le hablas. Hoy parece que no existes para él.
- Me debes una cena, acuérdate.
Con toda la cara, toda la tarde a lo suyo, y ahora te exige una cena. Enfadada te levantas a la cocina y te pones a hacer la cena. Entonces viene, preocupado.
-¿Te has enfadado?
-No
-¿Seguro?
Asientes con la cabeza.
-Ven.
Te coge de la mano y te lleva a la habitación. Te pone enfrente suya, y te mira, con esos ojos que te derriten, y se lo perdonas todo.
-Vas preciosa.
Te aparte el pelo de la cara y te besa suavemente. Te vuelve a mirar, con deseo. Y te sientes la chica más guapa del mundo.
-Si llego a saber que te ibas a poner así de guapa me hubiese arreglado yo también para salir a cenar...
Y lo dice así, y se queda tan a gusto. Y a ti se te remueven las entrañas. Pero no hay vuelta atrás porque entonces te coge de la cintura, y te besa, una y otra vez, por todas partes. Te tumba en la cama, te susurra que te quiere. Te quita ese horrible vestido que no te gusta, pero que a él le encanta y hoy ni si quiera se ha dado cuenta de el. Te sientes liberada. Y te dejas llevar.
Al fin y al cabo, la noche tampoco tiene porqué estar tan mal.
Esto va por todos aquellos vestidos que nos ponemos sin que nos terminen de gustar, y al final hacen que las cosas siempre salgan mal. Porque cuando un vestido no nos gusta, estamos incómodas, y no nos sentimos seguras. Por eso siempre hay que elegir aquello que nos haga sentir como princesas, y no solo me refiero a los vestidos....
Hasta la próxima, besitoos =)
Has tenido un día estupendo y tienes muchas ganas de contárselo, de salir a pasear y ver el mundo con otros ojos. Pero te recoge, en vaqueros, sin mirarte. Y te da un leve beso en los labios. Le dices de ir a dar una vuelta.
- No, estoy cansado. Mejor vamos a casa.
Aún así estás contenta, porque estás con el, y os podéis tumbar en la cama, y poneros al día de vuestras cosas. Pero llega, se sienta, y coge su consola, o un libro, o se pone a ver la tele. Tú, aún así, insistes. Le empiezas a contar lo bien que te ha ido el día, todo lo que has conseguido hoy. Y él, indiferente, a lo suyo. Te callas ni si quiera se da cuenta de que ya no le hablas. Hoy parece que no existes para él.
- Me debes una cena, acuérdate.
Con toda la cara, toda la tarde a lo suyo, y ahora te exige una cena. Enfadada te levantas a la cocina y te pones a hacer la cena. Entonces viene, preocupado.
-¿Te has enfadado?
-No
-¿Seguro?
Asientes con la cabeza.
-Ven.
Te coge de la mano y te lleva a la habitación. Te pone enfrente suya, y te mira, con esos ojos que te derriten, y se lo perdonas todo.
-Vas preciosa.
Te aparte el pelo de la cara y te besa suavemente. Te vuelve a mirar, con deseo. Y te sientes la chica más guapa del mundo.
-Si llego a saber que te ibas a poner así de guapa me hubiese arreglado yo también para salir a cenar...
Y lo dice así, y se queda tan a gusto. Y a ti se te remueven las entrañas. Pero no hay vuelta atrás porque entonces te coge de la cintura, y te besa, una y otra vez, por todas partes. Te tumba en la cama, te susurra que te quiere. Te quita ese horrible vestido que no te gusta, pero que a él le encanta y hoy ni si quiera se ha dado cuenta de el. Te sientes liberada. Y te dejas llevar.
Al fin y al cabo, la noche tampoco tiene porqué estar tan mal.
Esto va por todos aquellos vestidos que nos ponemos sin que nos terminen de gustar, y al final hacen que las cosas siempre salgan mal. Porque cuando un vestido no nos gusta, estamos incómodas, y no nos sentimos seguras. Por eso siempre hay que elegir aquello que nos haga sentir como princesas, y no solo me refiero a los vestidos....
Hasta la próxima, besitoos =)