Era el día, el momento y apenas faltaban unos minutos para que fuera la hora.
Allí estabas tú, espléndida, ilusionada, enamorada, perfecta. Te sentías la mujer más afortunada, hoy te ibas a comer el mundo. Esa noche no te servían las excusas, ni los miedos, ni los rodeos. Estabas decidida, esa noche sería tuyo.
Te miras al espejo, te sientes guapa y segura, el vestido es maravilloso, horas y horas de búsqueda incansable te costaron para poder encontrarlo. Y ahí lo tenías, perfecto, para la noche perfecta.
Los minutos corren, la hora se acerca, no se adelanta, será puntual, piensas. Te miras y remiras en el cristal, te retocas el maquillaje, los nervios empiezan a notarse cada vez más. Segura de ti misma sonríes a tu reflejo. Te paseas de arriba a bajo por el pasillo, apenas puedes moverte con el traje. Arriba, a bajo, el cristal, el pintalabios. Miras en tu mini bolso que no se te olvida nada.
El reloj. Cinco minutos. Llega cinco minutos tarde. Habrá atasco, te tranquilizas. De tanto andar los zapatos te hacen rozaduras, miras el móvil. No, no ha llamado. Piensas en llamarlo, pero es pronto. Esperas.
Pasan los minutos, lentos, pero pasan,uno tras otro. Te miras y cada vez que te miras te ves más defectos. El maquillaje no está bien, o quizás no sea el maquillaje. El vestido no te queda tan bien como tu pensabas. El bolso no pega tanto como debería.
Lo llamas al móvil. Quince minutos tarde. No contesta. Estará conduciendo. Esperas de pie contra la pared, asustada. No va a venir, y lo sabes.
Lo llamas una y otra vez, no lo coge, no contesta. Te duelen los pies. Agotada miras al sillón, y sin poder contener las lágrimas vuelves a él, como tantas otras veces, a esperar sentada a tu príncipe azul.
Un consejo, para todas las princesas, no os quedéis más esperando, salir a la calle a comeros el mundo.
Un besitoo, hasta la próxima =)